Hubiera querido retenerla y ofrecerle a cambio de su compañía, frascos de perfumes y estuches de cosméticos que por años guardaba, solamente para escucharla contar aquellas antiguas historias del trauco y de la pincoya o sencillamente para sentir como lavaba la loza después de la cena, entonando inconfundibles melodías chilotas.
viernes, 7 de octubre de 2011
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